Cuerpas y úteras

Imagen de Fernando Vicente

¿Alguna vez escuchaste la palabra “cuerpa” y el gesto de tu cara fue similar al cortocircuito de una tostadora? ¿Ves escrito “útera” aquí y tu voz interior te dice que es una patada al diccionario? ¿Eres de quienes guardan fidelidad a la corte de Pérez Reverte o al Conejito Ortográfico de La Vecina Rubia? No te preocupes, de esto también se sale y la policía de la RAE no va a ir a tu casa a acusarte de transgresión lingüística a la patria.

SI MOLESTA ES QUE ESTÁ CURANDO.

Estamos hartas de que nuestras peticiones y derechos más fundamentales queden relegados siempre al último lugar de la lista. El patriarcado considera las problemáticas de las mujeres como imaginarias, exageradas, innecesarias. Esto sucede con el lenguaje feminista, que conociéndose el poder del lenguaje y la comunicación para construir la realidad, se ha conseguido tergiversar su potencia en el imaginario colectivo hasta considerarse prácticamente un tema baladí. El lenguaje feminista es menos importante que incluir en el DRAE (Diccionario de la Real Academia Española) los términos “chakra”, “chusmear”, “cracker”, “especismo”, “hummus”, “kosher”, “táper” antes de simplemente modificar las acepciones machistas o dejar de arremeter contra el feminismo. Esto es, incluir el lenguaje de uso cotidiano siempre y cuando esto no suponga un beneficio para la lucha feminista.

¿Te molesta “cuerpa”? ¿Te molesta “útera”? Perfecto. Esa era la intención.

Porque a nosotras también nos molesta un diccionario misógino y machista, la publicidad en la que somos meros objetos, la exclusión de las voces de poder, la comunicación agresiva y violenta. Y por eso hemos tomado la determinación de nombrarnos con nuestros propios códigos aquello que, además, pensáis que os pertenece. Por eso, si molesta leer a alguien haciendo uso de su poderío para nombrarse en femenino, míratelo. Lo mismo ese patriarca interno es quien te domina y no el lenguaje.

VAMOS A PONERNOS SERIAS…

Las mujeres contenemos en nuestras cuerpas y úteras muchas emociones que no han sido canalizadas adecuadamente, porque el sistema no ofrece espacio ni recompensa a los procesos naturales curativos que no engordan la rueda de la fortuna. A lo largo de la historia, cuerpas y úteras han sido violadas, colonizadas, maltratadas, invisibilizadas. Mi útera ha sido violada, colonizada, maltratada, invisibilizada y no, no  he podido llorarlo con placer. Llevo mi dolor y el dolor de todas las mujeres. Acumulamos memorias en nuestra útera de una larga historia de desempoderamiento corporal, silencio y negación.

Repensar mi cuerpa y mi útera  fue clave en la construcción de un lenguaje de resistencia. En realidad, ambas cosas van de la mano y pienso firmemente que cuando hay un compromiso tan brutal contigo misma, debes asumir que tus palabras, por un tiempo indefinido, serán intrusas para casi toda criatura con la que te comuniques. Pero si hablamos de intrusión, obviamente, la palma se la llevan quienes hacen economía y política con nuestros coños. Por ello, comunico al mundo que mi lenguaje es una arma feminista de reapropiación y autocuidado en suma a las luchas por el derecho a decidir.

VIVIRÉ MI CUERPA ,HABLARÉ DESDE MI ÚTERA.

Me “descubrieron” y me pusieron su nombre; me quitaron mi derecho a decidir, castigaron mis saberes ancestrales y me quemaron en la hoguera  privando al mundo del conocimiento femenino; me dividieron en partes y me taparon los ojos para que no mirara. Me hicieron sentir que <<ese cuerpo no era mío>> y no nos equivoquemos, eso es colonización, es expropiación, es disección.

Apropiarse del lenguaje, de cuerpas y úteras, es un ejercicio de honestidad histórica que nos libera de la mirada intrusa. Una cuerpa consciente habla desde una útera que sana activamente cada violencia del heteropatriarcado con una respuesta clara en clave feminista: MI CUERPA, MI ÚTERA, MI DERECHO A DECIDIR.

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