Hoy en #píldorasdepedagogíafeminista actualizamos perspectivas sobre el concepto de <<empoderamiento>> y nos preguntamos por qué este concepto ha pasado de ser top en nuestros idearios feministas a considerarse un término manido y muy de 2015.
¿Por qué ya no nos gusta tanto hablar de <<empoderamiento>>? Y si el empoderamiento ha pasado de moda, ¿qué hacemos ahora? ¿Hay un lugar al que acogerse como ser vulnerable o lo que se lleva ahora es dar una imagen de fuerza innata?
¿QUÉ ESTÁ PASANDO CON EL EMPODERAMIENTO?
Candela Peña: “Odio palabras como empoderamiento y estos rollos”
En una entrevista para el periódico digital elmundo.es, la actriz Candela Peña dice abiertamente que odia la palabra empoderamiento, igual que la directora de cine Isabel Coixet, que en una entrevista para elpais.com afirmó odiar el término porque “una mujer fuerte es una mujer fuerte”.
Y entiendo perfectamente que estas grandes referentes se quieran desmarcar del término porque al carro del empoderamiento se ha subido hasta la mismísima Paris Hilton, que dice estar “a favor del empoderamiento de la mujer actual”, usándolo como un argumento más de la ideología neoliberal más patriarcal y dañina para las mujeres.
He hablado con muchas compañeras feministas a las que ya “no les suena bien el término empoderamiento” y prefieren no usarlo.
Pero es una lástima que después de tantos años de trabajo sobre el terreno acompañando procesos de empoderamiento prevalezcan las artimañas del capitalismo antes que las del movimiento feminista, y es que el sistema sobrevive gracias a la expropiación y quitarnos el concepto de empoderamiento es una estrategia más que tendremos que desarticular.
Que este discurso provenga de altavoces femeninos como Isabel Coixet o Candela Peña es un indicativo de que la sociedad se está replanteando cómo se piensa en relación al género y el poder. En la Cuarta Ola del Feminismo, conceptos como <<empoderamiento>> se resignifican fruto de los cambios sociales que el movimiento feminista lleva años luchando y consiguiendo. Que Candela Peña o Isabel Coixet no crean necesario el término es justamente porque el feminismo ha hecho bien su trabajo.
¿ES HORA DE REPLANTEARSE EL CONCEPTO?
El empoderamiento es una estrategia metodológica para que los colectivos socialmente excluidos de los espacios de gobierno, de la toma de decisiones, del capital económico o incluso el propio cuerpo, ejerzan su propio derecho a decidir, se les reconozca la capacidad de liderar, posean autonomía y voz propia.
¿Es que las mujeres nacemos ya empoderadas en la Cuarta Ola del Feminismo, como se puede deducir de las palabras de Isabel Coixet o Candela Peña, y no necesitamos hablar de recuperar poder, autonomía o cuerpos?
Creo que es hora de reflexionar sobre lo que está ocurriendo con el concepto de empoderamiento, no sobre el empoderamiento en sí mismo. El empoderamiento ha dejado de ser un proceso exclusivo de los colectivos vulnerados por la sociedad patriarcal para plasmarse en camisetas de fast-fashion.
¿Conseguirán que odiemos tanto el concepto que nunca jamás nadie desee empoderarse y el término empoderamiento quede desplazado al mismo lugar en el que estará la camiseta de <<GRL POWER>> de Zara de la temporada pasada?
SI EL EMPODERAMIENTO HA PASADO DE MODA, ¿QUÉ HACEMOS AHORA?
Ahora las feministas hablamos de nuestro <<poderío>>, un término muy andaluz del que ya habló hace años Marcela Lagarde, para darle un carácter más entrañable al empoderamiento.
Me gusta el concepto de poderío porque rescata al mismo tiempo otro concepto muy acorde a quienes son sujetas de la necesidad de empoderarse, que es el concepto de <<resiliencia>>.
El empoderamiento se queda a medio camino y, si este no parte de las manos adecuadas, puede ofrecer una imagen más pasiva y victimizada de quienes necesitan de sus herramientas o una imagen individualista que hace un uso malvado del poder . Sin embargo, el poderío otorga al proceso fuerza, alegría, superación.
Estamos en una Ola de cambio, de recogida de frutos, de siembra de las semillas de lo que serán los feminismos la próxima era. Un punto en el que no debe haber retorno hacia el esencialismo, ni mensajes en los que la experiencia individual sea necesaria para catalogar a toda una sociedad, ni una muestra ficticia del poder que no tenemos (pero que tendremos).
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