Inspiradas por compañeras como Xusa Sanz de @soytumenstruacion o por lecturas de grandes mujeres-profesionales de la salud ginecológica como Carme Valls o Eulalia Pérez y recientes publicaciones como “Yo menstrúo” de Erika Irusta y, obviamente, nuestro trabajo clínico, educativo y divulgativo, nos vemos en la necesidad de acuñar el término “sociedad estrogénica” para hacer referencia a las implicaciones que tienen a nivel estructural (instituciones, relaciones sociales, comunitarias…) y personal (salud ginecológica) el modelo de sociedad que estamos construyendo.
Algunas preguntas que nos han llevado a acuñar este concepto:
¿Cómo analizar el sistema patriarcal en relación a nuestra química corporal? ¿”lo estrogénico” es individual o estructural? ¿por qué hablar específicamente de “sociedad estrogénica y no de sociedad patriarcal? ¿por qué dar una connotación negativa al término?
Nos hemos tomado la libertad de definir el concepto porque hemos hecho una búsqueda por la red y no hemos encontrado ninguna referencia a lo que aquí queremos explicar.
Ahí va:
Definimos el concepto de “sociedad estrogénica” como: mundo que produce relaciones sociales, afectivas y laborales basadas en la rapidez, la superficialidad y la competencia; que produce estilos de vida nocivos para la salud y que se basa en prácticas tóxicas para el entorno y el medioambiente. La sociedad estrógenica es el resultado de la combinación de todo esto con nuestra química corporal y la posición que ocupa cada persona en la estructura social, que se involucra en este entramado por pura supervivencia a corto plazo y con consecuencias -negativas- para la salud hormonal de las mujeres y personas de identidades no normativas.
Los estrógenos son parte de nuestra química corporal, es decir necesarios para tener salud, en su justa medida, claro. Sin embargo, vivimos en un mundo que “produce” estrógenos a mansalva, ya sea en estilos de vida, alimentación, relaciones sociales y afectivas, etc. Cuando nuestro cuerpo cíclico no puede sostener este nivel de estrógenos procedentes del mundo exterior, entonces aparecen los problemas que, a su vez llevan a otros problemas. Por ejemplo, altos niveles de estrés conducen a desequilibrios hormonales que se traducen en problemas menstruales como la amenorrea o la dismenorrea y es simplemente porque no paramos cuando nuestro cuerpo lo necesita, pero tampoco nos dejan parar. Es un vaivén de relaciones individua mujer-hormonal-sociedad patriarcal-estrogénica.
Seguramente ya hayas escuchado que los miomas son fruto de la creatividad enquistada o que la endometriosis es la enfermedad de la competencia. Estas no son afirmaciones seudocientíficas o producto de nuevos paradigmas que buscan enriquecerse a costa de vete a saber qué. Realmente, la relación entre emociones y salud es más antigua que cualquier ciencia occidental. La Medicina China hace miles de años ya sabía cuál era la causa emocional que nos enferma cada órgano. Solo hay que observar, pero este mundo va tan rápido que no tenemos tiempo para observar y, en su lugar, dejamos que “otros” observen por nosotras.
Amputar las emociones de nuestro cuerpo es otra de las características de esta sociedad estrogénica.
Todo se reduce a no sentir: no sentir el parto, no sentir la regla, no sentir ira, no sentir rabia. Para eso, hay pastillas de todo tipo: las que se ingieren por la boca con un vaso de agua y las que te tragas de manera simbólica en esta nuestra sociedad estrogénica. Parece que no sentir es la solución a todos los males, pero no es así. Está comprobado que cuando empezamos a sentir, es decir, empezamos a tener orgasmos con nosotras mismas, rompemos relaciones tóxicas y nos enfrentamos a la soledad, hacemos terapia… ahí es cuando los quistes se disuelven y las menstruaciones vuelven.
Comentarios
Más claro, ni el agua!
Me encanta. Dónde podría aprender más sobre este tema? Gracias