Esta serie adictiva, desenfadada y atrevida, basada en las novelas de la escritora Julia Quinn y producida por Shonda Rhymes, tiene sus luces y sus sombras. Tal es su éxito que merece un post, así que abramos este melón:
Partamos de la idea de que la trama inicial es una historia de amor entre una pareja heterosexual en plena época de la regencia de Inglaterra, en la que las mujeres eran ofrecidas a los hombres de la sociedad como meras monedas de cambio. Simon y Daphne, los protagonistas, viven una típica relación romantizada: flirteos, engaños, sufrimiento, dolor, traición, toxicidad… En definitiva, una relación insana basada en el ideal romántico del que tanto nos ha enseñado Coral Herrera.
Pero también destacamos que Daphne entra en el “juego” social con aspiraciones y con ambiciones lógicas. Es una mujer empoderada, aunque parezca lo contrario.
.
👸🏽 Otra peculiaridad que nos encontramos es su diversidad racial. Nos da igual que algunas voces lo tachen de poco ceñido a la Historia, porque ha quedado demostrado en diversos artículos que las personas negras también estaban presenten en la corte del siglo XIX, ¿verdad, reina Carlota? El reparto racializado no son meros secundarios: son protagonistas, como es el caso de Simon y Marina.
Estamos enamoradas de Eloise y de Penélope: mujeres independientes, confidentes, inteligentes y feministas. Se salen de los patrones sociales y existe entre ellas una relación sorora muy potente.
El sexo… podría ser otro personaje más. Esta serie rompe tabúes y muestra escenas sobre la masturbación femenina, hablan del clítoris, la marcha atrás y del descubrimiento de la sexualidad.
La serie creó para los rodajes la figura de “coordinadora de intimidad”, función llevada a cabo por Lizzy Talbot para que el reparto se sientiese cómodo en las escenas de sexo a partir de conversaciones y ensayos. De esta forma nadie se sentía vejada/o, respetando los límites de cada cual.
Comentarios