El jueves acabaron los especiales de Rocío Carrasco. Un viaje a sus vivencias más dolorosas como mujer maltratada. Un manual de violencias contadas en primera persona: física, psicológica, vicaria, mediática, filial, administrativa… que han ayudado a muchas mujeres a identificar en ese testimonio en sus propias vivencias. Se dice pronto. Las llamadas al 016 aumentaron un 61% en marzo, coincidiendo con la emisión.
Que se hable en prime-time de violencias, feminismo radical, luz de gas, sororidad o Simone de Beauvoir es algo revolucionario y esperanzador porque, parafraseando a Ana Bernal en el periódico Público, las activistas feministas creemos que toda la sociedad conoce la problemática de la violencia machista, y no. No toda la sociedad está deconstruida y ve, aún hoy, normalidad en actitudes machistas.
Ana Bernal ha desgranado con perspectiva de género los hechos narrados, detectándolos, denominándolos, siendo apoyada por psicólogas y dejando pocos flecos que fueran susceptibles de ser desvirtuados por el Alonso Caparrós, o la Ana Rosa de turno.
Porque claro, hablamos de Telecinco, donde el show está por encima de valores morales y, los mismos que te hacen la cruz, luego te cubren de gloria. Para ellos Rocío Carrasco es lo que hoy les da dinero, al igual que ayer lo fue el hombre que la maltrató. Para ver este canal hace falta mucho sentido crítico y, desgraciadamente, no es generalizado. Se focalizan los odios y amores en el personaje televisivo, se le endiosa y se le apoya incondicionalmente, se crean avatares rosa fucsia para apoyarle… ¿Pero son capaces esas personas en extrapolar el problema existente? ¿Son capaces de analizar otras actitudes machistas y condenar otros casos de violencia de género aunque la víctima no sea una persona pública?
Ya lo dejó claro la propia Carrasco en su última entrevista. Dijo no sentirse una heroína pues las verdaderas luchadoras son aquellas mujeres que no tienen el foco mediático puesto en ellas. Se consideró una feminista neófita, y que se había dado cuenta de que lo era tras el apoyo incondicional de muchas mujeres: sororidad.
Y es que, como se mencionó en el programa, el feminismo salva vidas. Los shows no.
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